Los informes del Gobierno sobre el sacudón financiero internacional

«A nosotros no nos afecta”. La frase de Luis Caputo descomprimió la tensión del Presidente. Los mercados se habían desplomado y el cielo internacional se cubrió de nubarrones para los países que financian con deuda sus desequilibrios. Caputo insistió: “A nosotros no nos afecta, porque nos anticipamos y cubrimos ya buena parte del financiamiento. Eso nos permite estar tranquilos”.

Mauricio Macri respiró aliviado. Fue la primera buena noticia que recibió desde que vino de gira. La caída en las encuestas, los aumentos, las internas del gobierno y la pelea con Moyano profundizaron una semana compleja. Macri tuvo -a su entender- una buena gira externa, pero volvió irritado porque dice que en la Argentina no reconocen logros de su gobierno. El informe de Caputo se produjo al inicio de la semana, cuando la inquietud golpeó la Casa Rosada: un drástico cambio financiero internacional podría tumbar el gradualismo fiscal y cortar el chorro de dólares que financia los considerables desequilibrios macroeconómicos. En otras palabras: un fuerte e hipotético encarecimiento del crédito obligaría a un temible maxi-ajuste.

El tema es delicado y por eso hay un monitoreo constante. Hoy habría una reunión de ministros para evaluar la situación. Ayer, otro sacudón externo llevó al dólar a superar los 20 pesos. Caputo -en su informe- advierte que es prematuro determinar la magnitud de la tormenta. Pero volvió a tranquilizar: “Esto parece solo una corrección, porque están bien los fundamentos de la economía mundial”.

Aquí, en cambio, los fundamentos económicos están desequilibrados. Cristina dejó una bomba de tiempo y Macri todavía no encaró una solución del problema.

Hasta ahora administra la herencia: ese desequilibrio genera una súper-tasa, un dólar barato, endeudamiento, y todo se refleja en menor actividad y mayor inflación.

Precisamente la turbulencia internacional es peligrosa por los fundamentos de la economía local: aún faltan U$S 20.000 millones para cerrar el año. La balanza comercial tiene rojo récord de 8.471 millones y se gastan 10.000 millones en turismo. Este frente externo es insostenible en el tiempo. El propio Gobierno lo sabe y por eso tomó una decisión en diciembre: activar una devaluación y llevar el dólar a los 20 pesos.

El plan de ajuste fue conducido por Mario Quintana: la Casa Rosada aplicó las correcciones y ese plan pasó -hasta ahora- desapercibido políticamente.

Marcos Peña y los ministros mantuvieron contactos reservados con “popes” empresarios que se quejaban por la pérdida de competitividad. La decisión política fue desarmar este foco de conflicto y hacer una corrección económica: la devaluación fue impulsada por la Casa Rosada. Por eso Macri está molesto con las entidades empresarias. Dice que tomó medidas para que recuperaran rentabilidad y la respuesta es “pasividad” frente a las críticas que recibe el gobierno.

La orden política fue precisamente esa: llevar el dólar a 20 pesos. Así se recuperó y fijó el valor del tipo de cambio a la paridad que tuvo el día después de la liberación del cepo. La devaluación fue del 14 % y ahora la consigna es “no dejarlo atrasar”.

Vladimir Werning fue el cerebro que sugirió la forma de llevar adelante la movida: cambiar las metas de inflación, bajar las tasas y subir el dólar. Werning -un ex JP Morgan– es la mano derecha de Quintana. En la Jefatura de Gabinete estudian designarlo director en el BCRA , como un veedor directo sobre Federico Sturzenegger. El tema se reavivará cuando Quintana vuelva de vacaciones.

La bendición del “mini-ajuste” la realizó el Presidente. Por eso, el jefe del Banco Central declinó las banderas de la independencia.

Sturzenegger igual tuvo resistencias y ahora sobreactúa sus supuestas diferencias con la Casa Rosada. Primero resolvió una baja fuerte de la tasa que hizo saltar al dólar y después le metió un freno a la caída del costo del dinero. Hoy la tasa sigue alta, un punto por encima del valor de octubre. Esto generó nuevos enojos. El propio Marcos Peña lo planteó en una reciente reunión con empresarios: “No deben quedar dudas que todo lo hicimos para bajar las tasas”, dijo.

La rebeldía de Sturzenegger es fogoneada por Andres Neumeyer, economista jefe del BCRA. A este “halcón” lo secunda Mariano Flores Vidal, el gerente general del BCRA, crítico feroz de las imposiciones de Quintana.

En ABA y en ADEBA están confundidos: quieren que el Central clarifique cual será su futura política cambiaria y monetaria, porque admiten que las “pautas de inflación” perdieron credibilidad. El plan de ajuste de fin de año tuvo su efecto predecible: más inflación. Siempre que se devalúa y aumentan las tarifas hay un castigo al salario. La propia YPF desmintió a los funcionarios y confirmó cómo la devaluación se traslada a los precios. Hay cortocircuitos con Miguel Angel Gutierrez, quien no logra –ya transcurridos dos años– revertir el deterioro de YPF.

Macri exigió un informe sobre precios. El trabajo de Nicolás Dujovne lo dejó conforme.

La proyección oficial indica: la tensión inflacionaria se mantendrá caliente hasta marzo y aflojará en abril.

Columna de Marcelo Bonelli publicada en el diario Clarín. Copyright Clarín, 2018.

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