Tenemos que apurar la transición energética

Es prioridad apurar el proceso de transición energética hacia un modelo sostenible, seguro y competitivo que sustituya la producción con fuentes contaminantes por energías limpias, e intensifique la electrificación de la economía mundial.


Técnicamente la energía nuclear, junto con la hidráulica, aportan seguridad al sistema energético, garantizado un diseño de mercado diversificado para disponer de potencia firme y flexible para respaldar a las energías renovables, intermitentes por naturaleza, hasta que en algún momento alcancen la madurez requerida, en especial las tecnologías eólica y fotovoltaica.

Previo salvataje del FMI, la industria de la energía nuclear en Argentina se encontraba enmarcada en un programa de desarrollo que, luego del cese del acuerdo con China para la construcción de la Central Nuclear Atucha III, detiene su ritmo. Demostrando un franco incumplimiento en el sector, con el empresariado que acompañó el plan nuclear y con los agregados comerciales de diferentes embajadas. En este sentido, la crisis del sector nuclear confirma una profunda crisis de gestión.

Luego de lo expresado el 9 de junio pasado por el Papa Francisco, quien advirtió que el cambio climático amenaza con destruir la humanidad y llamó a los líderes de la industria energética a ayudar al mundo a migrar a combustibles limpios para evitar la catástrofe,  existe la necesidad de apurar la transición energética hacia un modelo sostenible, seguro y competitivo que sustituya la producción con fuentes contaminantes por energías limpias e intensifique la electrificación de la economía mundial. Si bien el proceso demandará aproximadamente unos 50 años para salir completamente del paradigma actual, para lograrlo es preciso contar con una política energética clara, y con una regulación estable y predecible, capaz de atraer los capitales necesarios para acometer fuertes inversiones que se requieren. Sin embargo, los actuales escenarios energéticos generan incertidumbre por las marchas y contramarchas de los grandes proyectos energéticos. El abandono del acuerdo con China para la construcción de la Central Nuclear Atucha III es una atención que enciende las alarmas por la falta de seguridad jurídica para los potenciales inversores internacionales.

En este sentido, hay que reflexionar sobre el lugar de Argentina, que presidirá la cumbre del G20 este año, busca auxilio del FMI para estabilizar su economía sometida a fuertes presiones cambiarias, 17 años después de la mayor crisis de su historia. Los inversores financieros buscan siempre las plazas con mejor rendimiento y, desde fines del 2017, el gobierno nacional comenzó a enfrentar mayor conflictividad social a medida que avanzaba en sus ajustes económicos junto a la aplicación de importantes aumentos tarifarios en los servicios públicos. En este contexto, nuestro país refleja en su balanza comercial deficitaria claramente que uno de los principales componentes del saldo negativo es, precisamente, la importación de combustibles fósiles para generación eléctrica. El propósito histórico de las petroleras multinacionales en el país ha sido importar petróleo contrario al interés nacional que es el autoabastecimiento. Un laberinto de intereses complejos largo de explicar.

 

 

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