El FMI prefiere un dólar cercano a los 40 pesos

Los avances del Gobierno con el organismo no implican una solución a la crisis económica. La estabilidad del dólar no evita un mix serio: inflación alta y recesión. 


El Fondo Monetario considera que el dólar ya subió demasiado y que la actual paridad es “de equilibrio” para la economía argentina. Así, Washington estaría de acuerdo con que el precio del dólar oscile en torno de 40 pesos. Después, que se ajuste por la inflación.

Para eso autorizó ahora -de manera transitoria- las intervenciones del Banco Central que tranquilizaron un poco la locura del billete.

Este sería el principal motivo por el cual esa moneda frenó su carrera.

David Lipton, el vicedirector del Fondo, fue quien monitoreó y autorizó en las últimas jornadas al BCRA a intervenir en el mercado de cambios. Hubo contacto directo con Luis Caputo.

Pero -y finalmente lo más trascendente- es que la habilitación se incluirá en el futuro “memo de entendimiento”. En su texto constará la posibilidad de que el Central haga ofertas en el mercado.

Así se corregirá el grosero error conjunto que cometieron el FMI y la Casa Rosada: en el acuerdo de junio se prohibió al BCRA intervenir y los “lobos” del mercado se llevaron todo puesto: apostaban contra el peso porque la entidad renunció a defenderlo.

Fue una seria equivocación de la que participaron Federico Sturzenegger y los burócratas del FMI, Roberto Cardarelli y Alejandro Werner.

Ahora, ambas decisiones -dólar oscilando en 40 e intervención moderada- ya se negociaron con Washington y fueron clave para el respiro que tuvo esta semana esa divisa.

También influyó que los funcionarios del Fondo Monetario elaboraran un hermético informe técnico: en su texto dice que la actual paridad real del dólar es similar a la ya elevada que existía en el año 2003.

Este dato resulta clave para lo político: es confidencial, pero se conoce que los funcionarios de Washington alentaban -en las últimas dos semanas- la suba de la cotización.

Cuando el billete tocó los 30 pesos, el equipo de Werner dejó trascender en Wall Street un dato inquietante: que para el FMI el billete seguía atrasado y tenía que ajustarse más.

Por suerte, Christian Lagarde contribuyó a la pax cambiaria: el domingo se comunicó dos veces con el Presidente. En ambas le aseguró que la Argentina tendrá disponible los fondos para garantizar el pago de la deuda externa.

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Así lo dijo Macri para calmar la convulsionada noche de Olivos: “Hablé dos veces con Lagarde. Prometió ayuda. Vamos a tener buenas noticias del FMI”.

Los avances no implican una solución a la crisis económica. La estabilidad del dólar no evita la grave situación que combina inflación alta y recesión.

Pero -además- los informes confidenciales de Wall Street exigen ahora pruebas de gobernabilidad.

Los banqueros tienen dudas por dos cosas: cómo hará Argentina para cumplir sus pagos en el 2020 y qué continuidad política habrá después de las elecciones.

En concreto: quieren ver un acuerdo de Macri con el peronismo “racional”. En Washington dicen que esa es la condición para que el FMI amplíe el monto del préstamo de 50.000 millones de dólares.

También observan que continúan las internas políticas de la Casa Rosada. Sin duda aún no hay un frente único en la dupla Dujovne-Caputo. El titular del BCRA decidió no viajar -a último momento- a Washington y eso abrió un sin fin de versiones en la Casa Rosada.

Caputo tomó la decisión por una cuestión: el lunes, los mercados estuvieron bravos y el martes era una día muy difícil. Quería controlar en forma personal la mesa de dinero.

Pidió autorización a Macri: “Mauricio, no viajo. Los mercados están heavy”.

A las 18.06 le envió un WhatsApp con la decisión a la propia Lagarde. La jefa del FMI estuvo de acuerdo, en una rápida respuesta que llegó dos minutos después.

La ausencia generó otro efecto: estuvo sólo, en el centro de la escena, Nicolás Dujovne. Le vino bien para recuperar el oxígeno, que el propio Gobierno le había escatimado.

Porque el principal negociador argentino sufrió un insólito desgaste político de la propia Casa Rosada. Fue en vísperas del clave anuncio del déficit cero y de encabezar la misión al FMI.

El intento de cambio de Gabinete para aliviar al Gobierno produjo el efecto contrario: los ministros terminaron el último viernes de agosto cuestionados y comenzaron el primer lunes de septiembre más débiles.

El fin de semana el clima fue frenético en la Quinta de Olivos. Las reuniones fueron calientes y hubo intercambios duros.

Fue ahí mismo donde se abrió la negociación con la cúpula radical y el peronismo. El domingo fracasó. Pero las conversaciones siguen: aún se negocian cambios para oxigenar la gestión del Gobierno.

Nota original publicada por Marcelo Bonelli en el diario Clarín.

 

 

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